Según Platón, el hombre
puede reconocer lo que es justo y acceder a la idea de la justicia por
reflexión, experiencia y razón. Para Platón, el individuo justo es aquel que
usa su razón según la verdad, que tiene fortaleza y valentía y que actúa con
moderación. Sin embargo, si es ignorante no puede salir de la oscuridad en que
está sumergido por falta de
conocimiento.
En el límite del mundo
inteligible está la idea del Bien, que es difícil de percibir, pero una vez que
se ha logrado se convierte en la causa de todo lo bello y perfecto del
universo, y el que quiera ser sabio en esta vida no tiene que apartar los ojos
de ella.
Un estado puede ser justo
cuando está dirigido por personas sabias, porque la justicia se percibe con el
entendimiento y no con los sentidos. Se puede decir, que la República de Platón
es un verdadero tratado sobre la justicia.
San Agustín hace una
teología de la verdadera justicia no estrictamente tomada como tal sino como la
posibilidad del amor de unos a otros y de la concordia de los intereses comunes
de un pueblo que busca su fin temporal y que practica aunque imperfectamente la
justicia, porque el hombre en este mundo no puede llegar a esa perfección. Según
Santo Tomás de Aquino, la religión es la virtud superior a todas las demás
virtudes, ya que se relaciona íntimamente con Dios. Por lo tanto la justicia
depende de Él y de la relación del hombre con Dios.
Con respecto a la justicia,
Aristóteles entiende por ésta lo que es legal y lo que es justo y equitativo.
La justicia universal coincide con la virtud y es casi equivalente a la
obediencia de la ley. Aristóteles sostiene que la justicia no es un medio como
las otras virtudes sino como la virtud que produce el equilibrio entre el que
posee demasiado y el que también posee demasiado. Aristóteles llama a la
conciencia moral y a sus principios “razón práctica”.
Descartes, desde el
racionalismo, nos dice que sólo existe el yo pensante y Dios. Que siendo seres
creados, poseemos la capacidad de juzgar que procede de Él; y que si esta
facultad es utilizada en forma correcta no cometeremos errores.
Para Kant, la justicia es
una de las virtudes del hombre como parte de la conciencia moral que es la
actividad espiritual humana más allá de la actividad del conocimiento.
Los principios de la razón
práctica, apelativo que utilizaba Aristóteles, son también principios
racionales, aplicados a la práctica, a la acción, a la moral.
Los calificativos morales
sólo pueden adjudicarse al hombre. Las cosas no pueden ser buenas o malas, el
único digno de ser bueno o malo, moral o inmoral, justo o injusto es el hombre.
No basta que una acción sea legal para que sea moral o justa, para que sea
moral es necesario que sea un acto voluntario, porque si una persona actúa por
miedo al castigo no es moral ni justa. Un hombre es moral y justo cuando hace
lo que debe hacer obedeciendo a una Ley universal.
La característica de la vida
del hombre es la tragedia y el dolor que le produce el abismo entre lo ideal y
la realidad. La naturaleza parece ser ciega a los valores morales, como la
justicia, la bondad y los valores morales, dice Kant, por la relación entre
causa y efecto, pero el hombre los percibe y se da cuenta que esos valores en
la vida histórica y en nuestra vida y en la de los demás, esos valores no están
realizados.
Quisiéramos ser santos pero
somos pecadores, deseamos que la justicia en la sociedad fuera total pero vemos
que prevalece la injusticia y el crimen. Kant pone el conocimento científico al
servicio de la moral; el hombre quiere saber para educarse, para realizarse,
para mejorarse, aunque sea en forma imperfecta.
La realidad histórica tiene
sentido sólo cuando está subordinada a los valores morales.
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