miércoles, 13 de junio de 2012

¡Protesto, Señoría!

 La libertad es algo de lo que se ha debatido abiertamente a lo largo del curso en numerosas ocasiones. No obstante, a la hora de hablar del sistema jurídico, es un término que acude rápidamente a la cabeza.
Nuestra sociedad (y cualquier otra que se precie) está regida por una serie de normas, que deben ser cumplidas para garantizar una convivencia sana y segura. Cuando alguien incumple esas normas, es el poder judicial el que debe encargarse de imponer las sanciones pertinentes para garantizar el cumplimiento de la legislación. Lo primero que uno se plantea es si realmente es posible que una persona o grupo de ellas decidan el destino y el castigo de otra. En la misma ley existen una serie de condenas aplicadas a las diferentes faltas, pero la situción no suele ser tan simple. Al cometerse una infracción de más o menos gravedad siempre hay ejecutores, complices, víctimas, testigos… de manera que es la función de los jueces y del resto de los escalafones dentro del sistema judicial establecer un orden y determinar quien es culpable y quien inocente.
En nuestro país, como supuestamente debe ser en la mayoría, se trata de garantizar la total imparcialidad del juez así como un análisis objetivo (dentro de lo posible) de la infracción cometida. Pero, ¿es esto así realmente en todos los lugares del mundo?
En  numerosos sistemas judiciales, afortunadamente en la mayoría, predomina el principio de presunción de inocencia: alguien es inocente hasta que se demuestre lo contrario. No es posible condenar a alguien sin pruebas de que ha hecho algo, de manera que la libertad se conserva hasta que se encuentran evidencias. Desgraciadamente, en ciertos países predomina el principio opuesto. Por el mero hecho de recibir una acusación, la persona es culpable y ha de luchar por demostrar su inocencia. Además, el hecho de ser culpable posibilita su encarcelamiento hasta la celebración de un juicio, cosa que puede derivar en años de cárcel sin motivo ni condena definida. La vida de muchas personas se consume entre barrotes de hierro sin que ni siquiera hayan tenido la ocasión de defenderse. Es posible que algunas sean culpables, pero sigue siendo una afrenta a la dignidad humana el encarcelamiento sin un juicio justo y objetivo.
Pese a que estar entre rejas ya debe de ser algo bastante horrible, no es lo peor que puede pasar en ciertos sistemas. Siempre a existido el debate de hasta que punto es justo castigar a alguien por algo que ha hecho. En nuestra sociedad más cercana, los derechos humanos son respetados con bastante minunciosidad, pero de nuevo esto no es siempre así: Países en los que  a los ladrones les cortan las manos, a los violadores los castran, predomina la ley del talión, o se puede aplicar incluso la muerte o la cadena perpetua.
Llegando a este punto, ¿es lícito aplicar a alguien su propio delito como condena? ¿Es moralmente aceptable matar a un asesino? Eso obviamente depende del punto de vista del que se mire, pero cualquiera con un mínimo de integridad moral responderá que no. ¿Con qué derecho se acusa a alguien de asesinato si después se le asesina? ¿Cómo puede el estado criticar algo que él mismo hace? Porque, cuando un juez condena a alguien a muerte, ¿quién condena al juez? ¿Quién condena a las leyes por permitir una muerte más?
Igual de cuestionables me parecen la ley del talión y la cadena perpetua. La ley del talión es nuevamente castigar a una persona con su error, sería el mismo caso que la pena de muerte. La cadena perpetua me parece algo inhumano, ya que supone asumir que una persona no va a aprender jamás de sus errores, no va a ser nunca capaz de avanzar, de arrepentirse, de enmendarse. Supone no perdonar. Es obvio que no se puede (o no se debe) liberar a alguien que se sabe que no va a dudar ante la ocasión de volver a la vida delictiva, y sin embargo esto se hace.  Personalmente creo que si todos los presos se sometieran a una evaluación psicológica de manera periódica se obtendría una idea bastante clara del momento adecuado para su vuelta a la sociedad. No se debe privar a alguien de su libertad de por vida, casi sería más misericordioso quitarle la vida, pero tampoco es acertado dejar escapar a alguien que aun no está preparado para ello. En mi humilde opinión, todo sistema judicial, o de cualquier otro tipo tiene infinidad de fallos, por el mero hecho de estar diseñado por humanos. No obstante creo que con un trato más personal y dejando un poco de lado el sistema de leyes sería más fácil decidir si alguien es inocente o culpable, si alguien puede o no recuperar su libertad. ¿Existen personas con objetividad suficiente para llevar a cabo tan ardua tarea? Por el bien de todos, espero que sí.

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